Siempre me pregunté qué pasa con una gota de lluvia cuando cae. Es imposible saber qué sienten desde ese instante en que comienzan a morir desde el cielo... ¿Sienten pánico o, por el contrario, se sienten libres?
Una gota es un mundo, miles de pequeños mundos volando desde tan alto, que por más esfuerzo que ponga, jamás descubriría. Ahora elijo una y la sigo con la mirada, es todo lo que puedo hacer desde mi humilde puesto de observador detrás de la ventana. Sólo un instante, suficiente para sobresalir de las demás; abarrotadas en el aire y de seguro peleando entre ellas para tocar el suelo, la tierra, para acariciar las hojas… porque es muy probable que sepan que son fundamentales para la vida en este mundo
Para una gota la vida es corta, pero intensa, y tal vez, sólo tal vez, su sabiduría nos dice que no importa cuánto tiempo vivas, sino la intensidad con que lo hagas.
De pronto, veo una bajar por el marco de mi ventana, abriéndose paso hacia el suel, tal vez en un brote de rebeldía intentó buscar su propio destino antes de resignarse a morir como las demás, o quizás quiera resguardarse de la masacre que se libra allí afuera. Abro la ventana y por un momento todas me hablan, apenas las entiendo, las escucho quejarse, o reírse, no lo sé. Me vuelvo hacia esa gota y la tomo entre mis dedos, la pongo a salvo del frio y cierro la ventana. Esta inmóvil sobre el dedo índice de mi mano derecha.
Pienso cuantas cosas tengo para mostrarle, pero no me entendería, en esa corta vida le serían imposibles de conocer... ¿Y si es ella quien tiene un mundo nuevo para mostrarme?.
Ahora me planteo, qué estará pensando de mi atrevimiento de sacarla de allí, porque después de todo ¿Cómo podría yo saber qué necesita?, no la entiendo pero en este breve instante siento que he llegado a quererla, así que voy a dejarla libre de mis dudas, asumiendo que amaría lo más importante para mí: La libertad misma
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